Ya poco me daña.
Este es uno de esos momentos de felicidad máxima rozando el éxtasis o cosas de esas. De esos momentos que solamente puedes gritar, cantar y dar saltos de alegría. Pero como todas las cosas, tiene su lado malo. Es tanta la felicidad que experimento a ratos que el más mínimo fallo me sienta peor que una ducha fría en pleno invierno.
Haz que se pregunten por qué sigues sonriendo.
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